Definir es limitar. La naturaleza no necesita ser definida, no conoce de términos ni de barreras pero sí de infinitas posibilidades. Por algo es el principio del orden, autora de la vida y de los espacios que ésta habita; sin embargo no la respetamos porque nos creemos eternos y su fragilidad nos es inadvertida ¿dónde ha quedado el amor hacia ella? Seguramente en la misma estantería empolvada donde hace mucho tiempo olvidamos el amor hacia nosotros mismos.
Cada día construimos un nuevo peldaño en el desarrollo tecnológico, logramos captar y transformar la belleza del espacio a través del arte de la organización y la construcción: creamos la arquitectura; modificamos nuestro entorno, aquello que podemos observar y apreciar directamente, pero que desgraciadamente habitamos mal, tristemente mal.
Sin darnos cuenta (o quizás sí) afectamos el mundo de los demás dañando el hábitat de todo ser vivo, la habitación específica que posee cada uno dentro de este inigualable hogar llamado tierra, y que cuenta con las comodidades idóneas para el desarrollo y la permanencia.
¿De qué sirve ser la raza más inteligente en el planeta si aún no hemos entendido el significado de vivir? Somos seres racionales, ¡es tiempo de demostrarlo! ¡Es el momento de actuar! Edifiquemos una conciencia ecológica real, seamos lo que se dice “ser verde” y vistámonos con la piel de la naturaleza para sentir lo que ella siente como tal, y poder comprenderla, conocerla y valorarla. Apreciemos el medio ambiente como a una hermosa pintura donde convergen los ecosistemas naturales en una perfecta y delicada unión, seamos sus principales benefactores y no quienes en el mercado de la ignorancia rematan su valor. Usemos de manera responsable, comprometida y agradecida todos los recursos que la naturaleza nos regala para satisfacer nuestras necesidades en el tiempo actual, fomentemos la sustentabilidad para que con esto no dañemos el futuro de la humanidad ni el de este nuestro mundo.

Autor:

José Juan Parra Sánchez